La violencia tiene sabor a sangre,
huele a pólvora, a sudor y miedo,
tiene rostros y más de un nombre,
se disfraza de fascismo, de guerrilla,
o de un buen terno.
La violencia tiene listas,
y caravanas de la muerte,
a veces luce escarapelas y medallas,
atesora cartas sin remitente,
brinda ultimátums, fuego,
y acorde de metrallas.
La violencia deja rastros indelebles,
frases sobre rocas,
cicatrices y vacío en los torturados,
incertidumbre ante los desaparecidos.
Deja marcos sin foto, tumbas sin lápida,
y cava fosas,
las de los muertos se cierran,
pero no las de la memoria.